Salvador Dalí
Me llamaste,
y me acerqué, ya tarde.
Las palmeras se alzaban como príncipes
que asienten con los ojos.
Las olas, de rodillas, se quebraban
en espontáneos desahogos.
Y sólo las gaviotas, indolentes,
se extraviaban
tras alguna bagatela.
Una vez más, ya todo
lo habías dado;
y la hermosura de tus signos, de nuevo,
se me negaba.
Te doy mi adiós,
la flor recién cortada
de mis horas.
De Perenne Flor. 1997
Tus hermosas combinaciones de palabras siempre son musas que inspiran mis imágnes...
ResponderEliminar